miércoles, 27 de junio de 2007

The Police en Dallas, Texas

The Police en el American Airlines Center
por Jaime Holcombe, nuestro corresponsal en Dallas, Texas.

Martes 26 de junio, 19:30 horas. Di que Dallas diluvia, Agus, di que se cae el cielo a cántaros, di que esto es Orizaba pero en grandote. Así de recio llueve. Estoy en un hotel cercano al American Airlines Center y, sin embargo, temo no llegar al evento. La simple idea de perderme el concierto me pone más nervioso. ¡Y el taxi que no llega!

Al fin, ahí anda el shuttle del hotel, una camioneta. La maneja un indio de la India, quien te lleva a donde quieras por dos o tres dólares. Pero son demasiados los autos en la calle, así que me bajo una cuadra antes y camino. ¡Esta agua sí que moja! O es que había yo perdido la costumbre de empaparme de veras. Y el hecho no me saca sonrisas, porque esto no es un musical ni yo soy Gene Kelly. Para colmo, al entrar al American Airlines Center, un grupo de gorilas nos revisa con excesiva minuciosidad y nos ordena despojarnos de prendas de metal y cinturones, para pasar el detector.

Libre ya de revisiones, me interno por túneles hasta enfrentarme al espacio donde suelen jugar los Stars de Texas hockey sobre hielo. Ahora sí, aunque mojado, sonrío: me ha tocado un lugar excelente, justo en la fila donde empieza la parte elevada… ¡frente al escenario! Mi vista es mucho mejor que la que tendrán quienes se encuentran en el nivel inferior y que pagaron mucho más que yo. A veces, conviene no tener tanto dinero.

La banda telonera ya anda en el escenario, pero como que no me interesa escucharlos. Se trata de un trío en el que el guitarrista toca una Telecaster negra, jodida, con un humbucker junto al brazo (El humbucker es un tipo de pastilla que usa dos bobinas e incremente la salida; debido a que la polaridad de las dos bobinas es inversa, el ruido y las interferencias se reducen). El cantante es un güero greñudo que toca el bajo, mientras que el baterista trae mucha energía. Creo que mejor si les pongo atención. Me siento. ¡Oye, pues malos no son! Me recuerdan a The Replacements (banda de Minneapolis, Minnesota, 1979-1991), en sus días de mayor estridencia. Incluso, la voz del cantante tiene mucho de Paul Westerberg. Y sus letras no son malas (pongo atención en ellas al notar que la gente responde a ciertos estribillos). Me acerco a alguien…

-Sorry, the name of the band is…
-Fiction Plane. The singer is Joe Sumner…
-The son of…?
-Yes, Sting is his father.

Paro de preguntar, porque ya doce monos de negro suben al escenario, sacan los aparatos de Fiction Plane e instalan el equipo de Andy Summers, Stewart Copland y Gordon Matthew Thomas Sumner, más conocido como Sting. Durante la instalación, me dedico a ver a la gente que pasa bajo mi asiento hacia uno de los túneles. La diversidad es constante: desde rucos como yo (sic) hasta chavitos de doce años.

Las pantallas señalan que el dinero obtenido por la gira será destinado a Water Aid, organización internacional no gubernamental, creada en 1981, que trabaja exclusivamente para ayudar a algunas de las comunidades más pobres de África y Asia, proporcionándoles una mejor calidad de vida a través de agua potable, saneamiento e higiene.

¡Por fin se apagan las luces!

Algo al fondo del escenario se enciende, como carbón de asador. Es la batería. Y cuando ésta se convierte en un gran diamante de luz, Stewart golpea un enorme gong ubicado a sus espaldas. ¡Comienza Message in a bottle! La emoción y los brincos se contagian, y no me resisto: canto cada una de las estrofas de la canción. Sin embargo, The Police comienza un poco fuera de tiempo. Falta un poquito más para que el tren agarre bien su chuchú. A ver si a la siguiente. Veamos. Sí. Ya estuvo, ahora sí no hay peros: Synchronicity suena como debe sonar.

-Hey, Dallas! The great State of Texas! The question is: Texas, are you ready to sting tonight?, pregunta Sting, para inmediatamente pedir más güevos en la cantada y en los gritos, carajo: We haven’t been here in 25 years!

Sting es un chingón. Canta igual que en los discos, improvisa, reinterpreta… y toca el bajo como nunca. Es un músico completo. Y Stewart está igual de cabrón: hace coros y caras, anda con micrófono de diadema, usa guantes deportivos blancos, golpea, mezcla ritmos, reggae, jazz, punk, rock, sobre una enorme Tama azul con diamantina y platillos Pearl, además de usar un xilófono y una especie de marimba, rototoms, miles de campanitas y colgijos para hacer más ruido, sin olvidar el gong inmenso. Este hombre no tiene nada más que aprender. Andy Summers es, en cambio, el más flojo, y mira que es un músico que respeto mucho; pero ya se le nota la edad. Hace rato que dejó de tocar este tipo de música, para dedicarse al jazz. De todas maneras, al final toca igual y con el mismo buen gusto de las grabaciones. Sting se vuelve el padre de Summers: lo invita a brincar y a terminar las canciones al mismo tiempo, se coloca junto a él y le sugiere que mejore su solo…

No se siente la proverbial fricción entre los tres músicos, aunque a veces Sting corta el solo y canta, lo que provoca las miradas de puñal de Andy. Pero son minucias ante el hecho evidente de que están en el cielo, como en Walking on the moon y en Invisible Sun (en ésta, aparecen imágenes de niños irakíes que sufren la guerra, algo amarillista pero efectivo, si escuchas a la banda detrás: de alguna manera tienen que moverle la conciencia a estos pinches gringos patriotas).

Tocan algunos temas más oscuros (Driven to tears y Walking in your footsteps), lo que me parece bueno para salir de los éxitos. Pero no faltan las clásicas: Can’t stand losing you, Don’t stand so close to me, Do do do…, y una versión afrolatina de Wrapped around your finger. Y al final… Roxanne. Al principio y al final, respetan al pie de la letra la energía y la velocidad de la grabación original; pero en medio cambian a toda una nueva versión, muy interesante, etérea.

Durante todo el concierto, Sting pide que cantemos, con el típico estilo de voy yo, van ustedes. La mayoría accede con gusto, pero extraño los güevos que le ponen los mexicanos cuando se trata de echar relajo.

Al fin, se despiden. Se despiden de todos, incluso de quienes están detrás del escenario (la gran sala ovalada está totalmente llena). La gente pide más, así que salen de nuevo y tocan King of pain, So lonely y Every breath you take. El publico canta, ahora sí, como diría Miguel Ríos, a todo pulmón. Termina la pieza y los tres se abrazan, hacen caravanas y levantan los brazos para saludar al público. Stewart es gigante, le sigue Sting… y Andy es inesperadamente chaparro.

Cuando mucha gente ya se ha ido, The Police nos sorprende: entran de nuevo a escena y se echan, creo, The bed’s too big without you, decorada con un collage de imágenes de sus buenos tiempos. A las 10:30, salgo con la sensación de haber recibido más de lo que pague por mi boleto.

En resumen y de manera sencilla: una noche que no voy a olvidar. Wish you were here.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena reseña, excelente para abrir boca y esperar el concierto de "La Policía" en México.
Por cierto ¿Eres Jaime Holcombe, mi antiguo y querido amigo?.
Te mando un abrazote
Marlene Romo (marlene.romo@gmail.com)